martes, 17 de marzo de 2009

4.6-El cine y la critica al consumo

Haremos a continuación un repaso de lo que ha sido hasta ahora la aparición de la contrapublicidad en los medios audiovisuales, que son tan importantes como lenguaje de comunicación en la sociedad posmoderna. El cine, tanto en su formato de ficción como documental es, para Maria Luisa Ortega, tanto expresión de la sociedad que lo produce, como generador de opinión pública y transformador de comportamientos y, a la vez, espacio de socialización (Ortega: 2004)

Como tal, el cine, como la televisión, es una tecnología de reproducción social y sometimiento, pero a la vez una posibilidad de resistencia, es decir, puede transmitir alternativas al comportamiento, caminos de fuga, formas de expresión nuevas y contrapoder. En este sentido el cine fomenta los usos estandarizados de la sociedad posmoderna, pero a la vez es vehículo en el que se muestran las formas de resistencia como el anticonsumismo y la contrapublicidad.

Seguramente se nos escapan la mayoría de los ejemplos existentes, pero nos esforzaremos en hacer un breve muestra de la manera en que el cine se ha acercada a los movimientos anticonsumistas y antipublicidad, empezando por el cine de ficción, menos prolífico en este sentido, y terminando por el cine documental, que está dando en los últimos tiempos excelentes creaciones críticas en este ámbito.

El consumo, como elemento central en la conformación de la sociedad, tanto durante el fordismo como mucho mas exacerbadamente en el postfordismo, es un tema esencial en cualquier creación cultural alternativa. Recordemos el ejemplo del Art Pop citado en apartados anteriores.

Ya en 1951 encontramos una película de ciencia ficción que se relaciona con el consumo y el trabajo como elementos básicos en la estabilidad social y en las esperanzas de los ciudadanos. Se trata de El hombre del traje blanco, de Alexander Mckendrik. El protagonista es un científico que en su esfuerzo por mejorar la vida de la gente consigue inventar una tela que jamás se rompe. Con este descubrimiento el mundo y las condiciones de vida de los obreros se va a revolucionar, porque con solo un traje o dos aquellos tendrían ropa para toda la vida y evitarían un pesado gasto en su raquítica cuenta semanal. Al principio las empresas textiles y el resto de los patronos productores intentan con todos sus medios que el invento no se lleva a la práctica, porque supondría su ruina. Pero no lo consiguen, y el tejido se extiende como la pólvora por el pueblo. Sin embargo las consecuencias son imprevistas, ya que al no existir la necesidad de adquirir más ropa, las empresas quiebran y los trabajadores son despedidos.. Al final el revolucionario inventor es perseguido y apaleado tanto por los dominantes como por los dominados. La moraleja es clara: aunque no lo parezca, aunque lo intuyamos injusto, el sistema esta entrelazado de tal forma que funciona así porque no hay posibilidad de cambio. Tanto el consumo como el trabajo están interrelacionados y vinculan a privilegiados y sometidos en la misma maquinaria que sostiene la sociedad.

El anterior ejemplo aunque contiene elementos de crítica parece que justifica la división internacional del trabajo y la explotación. Sin embargo no siempre será así. Por ejemplo, en el año 2004 encontramos un film que bebe, esta vez, del anarquismo situacionista, corriente que políticamente y de forma en principio no violenta quiere trastocar el sistema descontextualizando, cambiando situaciones cotidianas, educando con la acción directa. Se trata de la película alemana Los educadores, de Hans Weingarnert. Los protagonistas, tres jóvenes activistas, se dedican a cambiar el mobiliario de los hogares de los que estan mejor posicionados en la escala social cuando estos están de vacaciones, para que a su regreso se encuentren con que su seguridad artificial y sus posesiones materiales, las que les dan la identidad e integración en la sociedad, es más frágil de lo que pensaban. En sus acciones dejan una nota firmada como “Los educadores”.

Pero todo se complica cuando la novia de uno de ellos se enamora a la vez del otro, y pasa a participar en las acciones de intervención poética. En una de ellas todo se trastoca y el dueño aparece, con lo que se ven obligados a secuestrarle. En ese momento todo da un paso adelante y el surgimiento de un debate sobre sus propias acciones. Este diálogo tanto entre ellos como con el secuestrado les enfrenta con los valores de la generación en el poder y con los suyos propios, que tienen mas en común de lo que creen. A su vez la situación del trío, del amor “anormal”, también hace que se enfrenten y superen sus propias asunciones morales de los estereotipos vigentes.

Una tercera película que podemos destacar es Sam Woo y su abuela. En esta obra de Lee Jung-Hyang, rodada en 2002 en Corea del Sur, se enfrenta a un niño criado en el mundo rápido, caprichoso y en el que la satisfacción inmediata de los deseos es la norma, con su abuela afincada en una tranquila aldea rural del interior. El conflicto entre las dos formas de vivir va demostrando la irracionalidad de la dependencia de los objetos de consumo y la deshumanización del individuo en la sociedad egoísta y competitiva de las ciudades posmodernas.

En cuanto al cine documental el número de creaciones es cada vez más amplia e ilustrativa, pero entre todos los ejemplos hemos escogido cinco, dos que se centran mas en la crítica al consumismo como tal y sus efectos devastadores en la ecología y en la organización social, y tres que hablan mas concretamente de AntiPublicidad.
Comenzamos con Los espigadores, documental francés de Agnes Vardá, producido en 2002, donde se enfrentan lo que la autora llama “los nuevos espigadores” contrastándolos con los viejos, los que en la agricultura tradicional espigaban al final de la cosecha para recuperar los pequeños granos que habían quedado sin recoger. En la Francia actual los nuevos espigadores rebuscan entre la basura los deshechos de la sociedad del usar y tirar. Por necesidad, puramente por azar o por obligación esta gente recoge objetos desechados por otros. No solo se centra en los hambrientos que reutilizan los deshechos por necesidad, sino que también muestra como grupos de ciudadanos cansados de la opulencia absurda renuncian a seguir comprando y se organizan para recuperar lo que se desperdicia

El humor casi grotesco y muy acido de La isla de las flores (1979), documental brasileño de Jorge Furtado, sigue el trayecto de un tomate desde que se recoge en la huerta, pasando por el mercado, por la casa del consumidor donde se tira casi entero a la basura, hasta que es llevado a la isla de las flores que es un conocido vertedero. Allí primero se usa par dar de comer a los cerdos y luego, cuando éstos lo rehúsan, se permite que los pobres hambrientos rebusquen entre las sobras para poder comer. Mezclando dibujos animados, datos estadísticos y realidades crudas, con mucha ironía, el autor hace una crítica brutal al sistema que produce en exceso y que no es capaz de distribuir sus productos sobrantes entre los necesitados. Simbólicamente se muestra como la productividad hace que ser prefiera alimentar antes a los cerdos que a los seres humanos hambrientos.

En Surplus, aterrorizados para consumir, (Eric Gandini, 2003) el formato es completamente diferente. Frente a la parquedad de medios de La isla de las flores aquí se utiliza un lenguaje basado en el video-clip, con repeticiones y cambios rápidos de escena, con música tecno que va a la par de la sensación de embriagamiento que produce la velocidad del mensaje. Este documental de espíritu contrapublicitario, rodado durante 3 años en EEUU, India, China, Italia, Suecia, Hungría, Canadá y Cuba, se acerca a las relaciones globales de poder a través del mercado de las emociones en la sociedad de consumo mediante un virtuoso y rítmico montaje técnico. Armado teóricamente de los enfoques de John Zerzan, antropólogo primitivista radical, y la gramática cultural de los contrapublicitarios, éste documental se pregunta por qué nuestro estilo de vida opulento y derrochador resulta ser una fuente constante de insatisfacción y por qué, pese a estar todos los días comprando algo nuevo, no logramos nunca llegar a la Felicidad. Los discursos de Bush, Castro, o Bill Gates nos ayudarán a vislumbrar algunas respuestas gracias a un estupendo montaje. Pero sobre todo la respuesta queda clara cuando el testimonio es el de una adolescente cubana que pasa un tiempo viviendo en Europa: aquí todo le empujaba a consumir, sentía una pulsión interna que le empujaba a comprar.

Aunque Surplus utiliza el lenguaje de la antipublicidad, no se centra en el estudio de estos movimientos, cosa que si hacen los dos siguientes ejemplos. El primero de ellos, Antipublicidad, del colombiano German Leonardo Rojas, rodado en 2006, es un interesante documental que se centra en el repaso y narración de varias experiencias contrapublicitarias, algunas en Sudamérica, y reflexiona sobre la comercialización de la propia contrapublicidad. En cuanto a nuestro tema de estudio es el más interesante, porque hace una recopilación de acciones y movimientos contrapublicitarios y de cómo las empresas acaban en muchos casos envolviendo e integrando a estos para anularlos.

El segundo de ellos es Oscar, taxista y artista, del argentino Sergio Morkin, rodado en 2004 en la ciudad de Buenos Aires. Es un estudio centrado en un caso real muy interesante. Se trata de la figura de un hombre que, obligado por la crisis de 2001, conduce un taxi doce horas al día para ganarse la vida mientras es constantemente bombardeado por los mensajes publicitarios en las calles de la ciudad. Llega un momento en que decide meter en el maletero de su coche botellas de pintura, carteles y pegamento, y cuando no lleva pasajeros y ve el momento oportuno se detiene y modifica el anuncio publicitario elegido. Oscar es un hombre que se resiste creativamente, que defiende su libertad, un artista que utiliza sus armas para sacar la cabeza ante la uniformización cultural y económica y la crisis social que vive Argentina, que a lo largo del documental va empeorando y afectando a la actitud del taxista, cada vez mas agresivo. Esta basado en la historia de un personaje real, que terminó en la cárcel por deterioro de bienes públicos. Absurdo e injusto como la vida misma.

En España otro documental similar al anterior, El taxista ful (Jo Sol, España, 2005) roza de soslayo el tema de la contrapublicidad, que aparece como acción esporádica del protagonista. La similitud con el documental argentino es que ambos protagonistas son taxistas singulares, en este caso los taxis que conduce son robados, los roba para poder trabajar porque es un hombre de 52 años parado de larga duración. En fin, trabajo y consumo son caras de la misma moneda, formas de domesticación que incluyen o excluyen al sujeto bajo la mirada del poder y de la sociedad de control.

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