martes, 17 de marzo de 2009

3.6-Conclusión: La Resistencia y sus mil caras

Hemos visto que en la postmodernidad, en el postfordismo, en la modernidad tardía, la sociedad de control intenta estandarizar comportamientos hegemónicos a la vez que, por otro lado, la constitución del sujeto conforme a éstos siempre tiene una resistencia más o menos intensa que es a la vez creadora de subjetividad.

Creemos que todos los intentos de acercamiento al concepto de Resistencia en la época de la fragmentación de los colectivos, de la individualización, de la inseguridad en el empleo y en la ecología, de la globalización, lo hacen con una doble perspectiva. Por un lado se habla de resistencia como contrapoder político, como forma de actuación colectiva frente al poder hegemónico. Pero por otro lado, también siguiendo a Foucault se habla de la actuación diaria y cotidiana que crea pequeñas resistencias que diferencian y particularizan al sujeto.

También hemos visto que esta resistencia en la mayoría de los casos evoca una fuerza interior, casi íntima, que surge de las profundidades del sujeto homogeneizado para clamar por la vida, por lo instintivo, por el placer y la felicidad reprimidos. Y esto creemos que está relacionado a la vez con el psicologismo característico de la sociedad individualista, el recurso a lo personal como refugio ante la ruptura de los vínculos colectivos que construían y autojustificaban la sociedad moderna. Lo que llama Putnam “el declive del capital social” (Putnam, 2002), esa transformación en líquidas de las seguridades sólidas que fomentaba el asociacionismo y la vinculación a través del contrato y de los derechos, hace que por un lado el individuo sea más frágil ante la fuerza del poder invisible, de la standardización, pero a su vez tenga que recurrir a sí mismo como única garantía de salvación y de responsabilidad.

Como dice Alvarez Uría en Pensar y resistir, “El proceso de psicologización hunde sus raíces en el proceso de individualización, o si se prefiere, en el individualismo posesivo propio del homo economicus” (VV.AA., 2006: 109), o “la ficción del yo autosuficiente”.

Así, vemos que la vida ejerce como corriente básica, subterránea, que se opone a la corriente superficial que arrasa con todos los comportamientos singulares, abyectos, diferentes, peligrosamente alternativos. Foucault explica certeramente cómo esas dos corrientes son parte del mismo proceso de poder-contrapoder, que se ejecutan en una continua batalla cotidiana. Sin embargo, los estudios del poder no habían dado tanta importancia a lo inconsciente y a la vez a lo que nos une como especie como ahora, desde los intentos de Freud de explicar la sociedad como la oposición de lo social y lo psicológico a través de la represión y la sublimación.

Leon Roztchner en Freud y los límites del individualismo burgués, explica cómo desde el yo lo reprimido se resiste pero a su vez él mismo yo es el que reprime y acepta la represión. El autor, partiendo de Freud, explica cómo la resistencia y la represión son ambas inconscientes, invisibles, y el sujeto es una lucha que se constituye en base a este conflicto

“Hay así dos inconscientes: la resistencia inconsciente del yo, y lo reprimido inconsciente del ello” (Rozitchner, 1979: 164)

Es decir, el ello reprime al yo, y el yo asume esta represión como suya a la vez que ejerce una resistencia. Por eso el sujeto no puede salirse de sí mismo, el individuo está forjado con los moldes de la sociedad en la que se produce, y la resistencia es también producto de ésta. Resistencia y poder son, así también, consecuencia de la Ideología y la Cultura en la que se ubica el sujeto. Como vimos en otro capítulo, y cómo indicaban Guattari y Delueze en su Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia, la resistencia es una lucha contra uno mismo porque el capitalismo, en nuestro caso, está dentro de nosotros, e incluso la resistencia es producto de él.

También hemos visto que la resistencia se da en los propios discursos y expresiones culturales, que hay que leer de un modo global y no mediatizados por la invisibilización de los discursos alternativos que siempre se producen pero pocas veces se señalan y se iluminan. En este sentido hay que tener una multiperspectiva que lea toda la polifonía que suena en cualquier época, en cualquier obra cultural, en cualquier acto individual incluso, que es lo que define Mijail Bajtin como “autoobjetivación”, leer desde múltiples miradas.

Toda historia la escriben los vencedores, y se oculta la versión de los vencidos que, normalmente, no son una sola voz, sino que representan la multiplicidad de particularidades a las que las tecnologías de poder someten. Como expreso Walter Benjamín, hay que escribir de nuevo la historia desde el punto de vista de los vencidos, de los excluidos, de lo que están en el destierro del poder, esas historias ocultas que no nos dejan leer (Lowy, 2007).

El debate es ahora cómo los movimientos sociales pueden ser piezas de lucha en un contrapoder general, teniendo en cuenta todas las teorías anteriores, habiendo señalado las características de la época en que vivimos. Por un lado hemos visto que algunos autores critican la actuación de los movimientos sociales por su carácter dividido y demasiado pegado a intereses fragmentados, y su preocupación es que mientras no consigan una articulación global no podrán enfrentarse al poder global omnímodo.

Por ejemplo Jacques Donzelot, sociólogo francés, piensa que “…por lo que toca al empowerment, el desafío es comprender que su significación fuerte es, sobre todo, colectiva. Limitado a la esfera de lo individual, el empowerment sólo nos llevaría a una política de adaptabilidad de la gente, a una racionalización del individualismo” (VV.AA., 2006: 96)

Por otro lado, otros señalan que quizás esa lucha cotidiana desde dentro de su localización concreta y del problema particularizado pueda ser un camino para comenzar a cambiar las cosas, como por ejemplo el uruguayo Zibechi que señala que posiblemente haya que dejar de pensar en la expresión global de la lucha para dar más importancia al día a día de los contrapoderes que, desde su centro, pueden ir transformando su entorno local sin mirar hacia arriba (Zibechi, 2004).

En el fondo, la resistencia se produce de mil maneras y se puede estudiar desde varios ángulos, desde el miedo, desde el humor, desde lo cotidiano, desde lo político, desde lo intimo, desde lo global, desde lo religioso incluso. En este sentido podemos decir que, como decía Nietzsche con respecto a la verdad, la resistencia “es una mujer con mil caras”. Está como potencia en cada paso que damos y se desarrolla en acto cuando las circunstancias, o el pulso biológico, o la necesidad, la concretan en una actuación determinada.

Como hacen hincapié Negri y Hardt, partiendo de Foucault, cuando hablan de “la primacía de la resistencia” (Negri y Hardt, 2004: 91), en cualquier relación social encontramos que hay un juego de fuerzas multidireccionales, y en lo que se refiere tanto a la constitución del sujeto y a la construcción de una hegemonía cultural e ideológica el individuo y los movimientos sociales que conforman el entramado diverso de la multitud, de la sociedad bajo el dominio del Imperio y de la biopolítica, la resistencia es el paso previo del poder, es la clave que explica la transformación social porque cuando actúa las tecnologías de poder se revuelven y se transforman a su vez.

Hemos visto partiendo del profundo análisis del poder que hace Foucault cómo la resistencia se expresa de mil maneras en la vida misma y en las teorías que la explican. En el siguiente apartado intentaremos aplicar esta conclusión al estudio de un conjunto de movimientos sociales que se centran en la acción contrapublicitaria, que comparten las características básicas de cualquier movimiento de resistencia posmoderno: son diversos y no homogéneos, pueden tener origen y finalidad político o no, no están organizados de forma colectiva, construyen un discurso contrahegemónico variado (incluyendo es espíritu bromista e irónico básico de la cultura popular) y utilizan los propios medios tecnológicos de reproducción social para expresarse,. Por último, tienen un fondo de rebelión vital frente a la estandarización que organiza la espontaneidad de la vida con fines de control social.

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