martes, 17 de marzo de 2009

3.2-La multitud que resiste

Partiendo de Althusser y Foucault, Negri y Hardt, cuando hablan de “la primacía de la resistencia” (Negri y Hardt, 2004: 91) hacen hincapié en que en cualquier relación social encontramos un juego de fuerzas multidireccionales. En lo que se refiere tanto a la constitución del sujeto y a la construcción de una hegemonía cultural e ideológica el individuo y los movimientos sociales que conforman el entramado diverso de la multitud, de la sociedad bajo el dominio del Imperio y de la biopolítica, la resistencia es el paso previo del poder, es la clave que explica la transformación social porque cuando actúa las tecnologías de poder se revuelven y se transforman a su vez.

El entramado conceptual que permite explicar la relación del universo teórico de Negri y Hardt con las posibilidades de resistencia en el mundo actual se desarrolla a partir de dos conceptos básicos, el de Imperio y el de Multitud. Comenzaremos revisando qué entienden los autores por Imperio, puesto que para entender qué es la resistencia hay que revisar primero ante qué nos resistimos.

A partir del último tercio del siglo XX, se producen una serie de cambios en la producción y reproducción social, que en resumen son dos, el paso de la producción industrial a la producción informacional, por un lado, y por otro, la transformación de la sociedad disciplinaria en la sociedad de control.

Se produce una evolución desde el denominado fordismo, que se basa principalmente en la organización científica del trabajo, lo que supone el control de los tiempos mediante la extensión de cadenas de montaje, la producción en serie y la estandarización, y por otro lado el pleno empleo y su carácter estable, el poder de la negociación colectiva, los salarios altos y el endeudamiento del estado para incentivar el consumo y mantener lo que se denomina Estado de Bienestar.

El fordismo está unido a la sociedad disciplinaria, donde las tecnologías de poder actúan sobre los cuerpos con dispositivos de encierro (familia, suburbio, escuela, fábrica, prisión, cuartel….), con el fin de administrar los cuerpos individuales para extraer de ellos la máxima fuerza de trabajo con el menor costo posible. Además funciona un esquema normalizador que hace de filtro a través del que se produce la inclusión/exclusión social.

La crisis de los años setenta hace que ambas bases de la Modernidad entren en crisis y se transformen en lo que Negri y Hardt denominan Posfordismo y Sociedad de Control. Ante la progresiva demanda creciente de los ciudadanos al Estado de Bienestar, el creciente rechazo al trabajo, y el cada vez mayor poder de los sindicatos y trabajadores el capital se va a desregularizar, arrastrando con él, ya que como diría Marx todo en la sociedad capitalista está subsumido a él, a toda la organización de la sociedad, desde lo macro a lo micro político.

La producción industrial va a perder fuerza a favor de la producción informacional. La comunicación se hace productiva, y las competencias afectivas y relacionales se imponen a la fábrica que se automatizará. De este modo la unidad de los trabajadores se fragmenta y la fuerza de trabajo se diluye con otro tipo de potencialidades que tienen que ver con los afectos, con la capacidad emocional. Igual que antes la fuerza de trabajo era el objeto de administración básico y fundamental de las tecnologías de poder, ahora la vida misma, la intimidad, los sentimientos pasan a ser objetivo primordial de las tecnologías de poder.

En este sentido el contexto biopolítico de la posmodenidad supone que las fronteras entre tiempo de trabajo y no-trabajo se desvanezcan, que la esfera productiva invada la vida reproductiva, y se mezclen los roles y las funciones. Así las tecnologías de control ahora serán flexibles, modulables, descentralizadas, atraviesan de arriba abajo la inteligencia, la afectividad y la sociabilidad. Incluso las instituciones se adaptan a esa fusión de las funciones, “el ejercito se convierte en escuela, la empresa en una familia o en una cultura, los medios predican y cotillean, y el individuo es una empresa que administra su capital humano” (Aurelio Sanz, Youkali, 2005,nº0).

Así, el biopoder regula la vida social desde el interior, y el espacio biopolitico, para Negri, es el escenario donde se enfrentan ese control que fragmenta y administra la vida de la multitud, y los agentes sociales productores desde la potencia común creadora de valores nuevos.

Para Paolo Virno, esta necesidad regulatoria que surge con el capitalismo tiene que ver con la necesidad de controlar la fuerza de trabajo, que es una potencia del cuerpo, de la vida misma del obrero, inexistente fuera de él, y que en le posfordismo se extiende a toda la potencia creativa que tiene individuo tanto como tal como tanto parte de una multitud en continua producción de sentido y acción,

“El cuerpo vivo del obrero es el sustrato de aquella fuerza de trabajo que, de por sí, no tiene existencia independiente. La vida, el puro y simple bios, adquiere una importancia específica en cuanto tabernáculo de la dinamis, de la simple potencia. Al capitalista le interesa la vida del obrero, su cuerpo, sólo por un motivo indirecto: ese cuerpo, esa vida, son los que contienen la facultad, la potencia, la dinamis. El cuerpo viviente deviene objeto de gobernar no por su valor intrínseco, sino porque es el substrato de la única cosa que verdaderamente importa: la fuerza de trabajo como suma de las mas diversas facultades humanas (potencia de hablar, potencia de recordar, de pensar, de actuar, etc…)” (VIRNO, 2002: 34)

Vemos aquí que en el fondo lo que hace surgir la biopolítica, la necesidad de administrar la vida, es al fin y al cabo una necesidad del cambio de sistema de producción, que ansía la productividad y la acumulación de capital y que necesita para ello el control de la fuerza de trabajo de los sujetos, de los obreros. Y que esa tranformación que supone el surgimiento de un modo de producción nuevo, el capitalismo, se transforma a su vez cuando las condiciones sociales hacen que se produzca una readaptación del sistema al nuevo contexto biopolítico.

En este contexto es donde surge el Imperio, enfrentado al anterior Imperialismo. Surge de la erosión de la soberanía de los Estados-Nación, que se da, paradójicamente, tras el reforzamiento de estos tras las crisis que produce la descolonización, que multiplica el número de estados, que pone en peligro el imperialismo militar y debilita la hegemonia política estadounidense. La reacción será la desregulación del capital y la primacía del capital financiero, desvinculando a las grandes compañías del territorio nacional, paralela a las transformaciones antes citadas producidas por el surgimiento del posfordismo y de la sociedad de control.

El trabajo abstracto, inmaterial, sustituye al trabajo productivo en el posfordismo, y la fuerza de trabajo, como hemos visto en la cita de Virno, ahora no está vinculada a la producción de mercancías, sino a la suma de potencias de relación social, cercana a lo que Marx denominó General Intellect, pero a lo que hay que sumar la capacidad afectiva, de producción de vida y sociedad que suma competencias relacionales y construye sociedad.

Para Lazzaratto, “el trabajo inmaterial se refiere a aquellas acciones que preceden a la construcción de mercancías y que permiten una evolución de las relaciones sociales, de las formas de vida, de los modelos de subjetivización “(El ciclo de la producción Inmaterial, Contrapoder nº5, 2001).

Para entender como es posible la resistencia, veamos como Negri y Hardt esquematizan la estructura del Imperio. Para describirlo utilizan tres formas clásicas de gobierno en forma de pirámide. En la cúspide se halla la monarquía, que unifica el sistema a partir de una fuerza policial global (Estados Unidos y otras potencias militares, como los miembros del G7). A media altura estaría la aristocracia, que distribuye el mando a lo largo del planeta (compañías transnacionales, y el conjunto de estados-nación que median con la población y aplican la disciplina). Por ultimo, en la base, se situaría la democracia con la función de transformar a la multitud (múltiple, inconclusa) en pueblo (unitario, cerrado) por medio de la representación dentro de las fronteras identitarias.

Imperio tendría cuatro características:

1) El objeto de gobierno es la totalidad de la vida social

2) La ausencia de fronteras, por lo tanto no hay un afuera, y el ejercito se convierte en fuerza policial

3) La legitimidad del uso de la fuerza se basa en valores universales (y dogmáticos), por tanto los que no los comparten son el enemigo.

4) Se concibe al margen de la historia, es ahistorico y, por tanto, se representa como inmóvil e indestructible.

Entonces, el Estado-Nación moderno se ve socavado por arriba (organismos supranacionales) y por abajo (identidades locales). Eso provoca una desterritorializacion de las decisiones económicas y políticas, una organización del poder reticular que no impone límites a la expansión del Capital, pero que permite igualmente el surgimiento de microresistencias desde lo territorializado. Por eso Guattari llamará a estas potencias de acción, creativas, de producción de realidad, “cartografías del deseo”. O en palabras de Negri,

“las fuerzas creativas del a multitud que sostienen el imperio también son capaces de construir autónomamente un contra-imperio” (p.12 Imperio, Paidos, 2002).

El concepto de Multitud viene a desarrollar esa descripción del presente que hacen Hardt y Negri en Imperio Y lo primeo que hay que destacar es la diferencia con la concepción moderna de pueblo El pueblo que es el conjunto de integrantes de la nación moderna, es decir, de los Estados-Nación con unas fronteras determinadas, tiene varias características que no tiene la Multitud. En primer lugar, el pueblo se define como unidad, es soberano (en relación a su identidad con el territorio) y su identidad se consigue mediante mecanismos de representación. Por el contrario, la Multitud no es representable.

Cuando los Estados-Nacionales pierden la soberanía ante poderes difusos desterritorializados, la soberanía popular también se diluye. El “pueblo” deja de tener sentido porque es imposible representarlo como una identidad, y en este sentido es cuando Hardt y Negri desarrollan el concepto de “Multitud”. La Multitud no sería una unidad controlable y representable, sino “una multiplicidad actuante” (Negri y Hardt, 2002), basada, en la línea de lo que Holloway define como “el grito”, en la subjetividad diferenciada que surge como resistencia a la construcción de una subjetividad forzada, obligada.

El Capital se desterritorializa y los esfuerzos de resistencia se han de basar en todo lo contrario, la territorialización del poder, del poder concreto y pegado a la realidad cotidiana. El concepto de Multitud se puede rastrear desde Spinoza, para el que la multitud era un conjunto inmanente de individualidades con potencia de actuación, que escapa a cualquier sujetamiento, está constantemente en devenir.
¿Cómo esa Multitud dispersa, subjetiva, puede ejercer resistencia ante las tecnologías de poder diversas y continuamente renovadas que se ejerce desde el “Imperio” desubicado? Para Negri y Hardt “el concepto de contrapoder implica tres elementos: resistencia, insurrección y poder constituyente” (Negri y Hardt, 2002: 164)). Sin embargo, el contexto en el cual ahora actúa el contrapoder no es la soberanía limitada y localizada de los Estados-Nación, sino el de la soberanía ilimitada y desubicada del Imperio.

Negri y Hardt piensan que hasta ahora sólo se ha estudiado el concepto de resistencia en la obra de Foucault y del antropólogo James Scott, pero sin relacionarla con las otras dos partes del concepto de Contrapoder, la insurrección y el Poder Constituyente. Si la resistencia se queda en una acción individual, aislada, nunca se logrará transformar las estructuras del poder imperial. Por eso deja abierto el camino a desarrollar un nuevo concepto de Contrapoder en el que sus tres componentes se unifiquen considerando las nuevas circunstancias ideológicas.
La clave para ellos está en esa sustancia vital que bulle dentro de los seres humanos, ese poder creativo y resistente que se mantiene siempre más o menos consciente en el fondo de la construcción social que es el sujeto, la fuerza que reivindica la vida, la plenitud de la vida. Se trata de un poder creador, una resistencia inveterada que tiene que ver tanto con lo biológico como con lo social y lo casi religioso.

“En el desarrollo de las formas de vida nos descubrimos como multitud de cuerpos y nos reconocemos en cada cuerpo una multitud de moléculas, de deseos, de formas de vida, de invenciones. Cada uno de nosotros alberga una legión de demonios o, quizás, de ángeles –tal es el fundamento esencial, el grado cero de la multitud. Lo que actúa sobre la chair y le da forma son potencias inventivas que actúan a través de las singularidades para tejer el conjunto de los espacios híbridos y de las metamorfosis de la naturaleza, de las potencias que modifican los modos y las formas de existencia” (Negri y Hardt, 2002: 165)

Esa fuerza interior que mueve a la multitud en su multiplicidad y singularidad produce en forma continua nuevas formas de vida que se oponen al Imperio, pero que a su vez el Imperio fagocita y absorbe. Para Negri y Hardt el reto es construir una democracia nueva en la que el poder creativo de la Multitud se pueda organizar sin ser representada, sino que sirva como vehículo de expresión de la suma de subjetividades creativas que la conforman.

Negri y Hardt hablaran de multitud como un nuevo proletariado ligado a una centralidad del trabajo novedosa, que será este trabajo inmaterial, en un contexto de relaciones de explotación, de poder, de expansión del Capital, descentralizado y desterritorializado. En este sentido, los trabajadores, su potencia, es previa al Capital, y por lo tanto, existe siempre una libertad potencial del obrero, y de los movimientos sociales. Las políticas de control que desarrolla el imperio (el Capital) invade todas las áreas de la vida, haciendo que se eliminen las fronteras entre tiempo de trabajo y tiempo de no trabajo.

En resumen, en el Imperio lo que se gestiona son las capacidades productivas de la multitud, sus potencias creadoras., conjugando trabajo, inteligencia, pasión y afecto. Esa potencia de actuar de la multitud en sus fragmentaciones tiene que lograr constituirse en sujeto político para poder enfrentarse a la tarea de construir una democracia no representativa, una democracia a la manera spinoziana de democracia absoluta, de fuerza creadora que tiende hacia la aceptación del devenir como fuerza destructora de los dogmas artificiales.

Solo esa fuerza íntima, pulsional, relacionada con la misma esencia del ser humano, puede romper la burbuja del Imperio, cuestionar sus dogmas, bajarlo al territorio de la historia sacándole de su autoconcepción atemporal, volviendo a poner al individuo como centro de la política en la realidad histórica, transformadora, individual y colectiva a la vez.

La teoría de la multitud como forma de resistencia ante, como diría Marx, la subsunción de toda la vida social al Capital, lo que Negri llamará imperio, se relaciona con otros desarrollos contemporáneos como son la idea de rizoma o de revoluciones moleculares de Felix Guattari (Guattari, 2004). Ambos términos, extraídos de la biología, de la nueva ortografía de lo biomolecular, nos hablan de esa capacidad de resistencia del sujeto subjetivado que se resiste a ser uniformado desde un fondo biológico, desde esa energía íntima que singulariza, desde esa búsqueda de la plenitud de la vida que se resiste a la normalización. Desde la Multitud, cada miembro de su multiplicidad es diverso y creativo a la vez, y su resistencia creará nuevas formas de vida y acción, singulares, particulares, desde su propia experiencia y biografía, y estas se irán interrelacionando entre ellas creando “rizomas”, que como los lazos creados por el ADN, se van desarrollando e intercambiando, fluyendo en busca de nuevas formas de vida.

Esos hilos de resistencia fluyen y son recogidos, modificados, utilizados por miembros e la multitud, territorializandolos, haciéndolos suyos en un proceso productivo que puede ser reabsorbido por las tecnologías gestoras de la vida para reactivarse en un movimiento continuo en otro lugar, en otro conflicto. Esa reabsorción constante de la resistencia sólo puede detenerse si la construcción de la multitud es capaz de crear redes de acción suficientemente fuertes para enfrentarse al control flexible del poder.

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