martes, 17 de marzo de 2009

3.5.7-Los discursos ocultos de los dominados

En este contexto, James Scott, antropólogo nortemericano, estudia en su libro Los dominados y el arte de la resistencia (Scott, 2003) el ejercicio de la resistencia desde el uso de los discursos, en el sentido amplio de la palabra, es decir, como prácticas culturales, leyendo estas como textos. Scott, como hizo E.P. Thompson en La formación de la clase obrera inglesa, parte de la idea de que los discursos desembocan en prácticas políticas desde lo ideológico-cultural, enfatizando los discursos frente a las condiciones materiales de la existencia al contrario que hace el autor ingles.

Para Scott la importancia del discurso como forma de resistencia es esencial, y pone en cuestión las teorías gramscianas sobre la hegemonía en la cual el conformismo supone la aceptación inconsciente de la Ideología dominante. En este sentido, el consentimiento y la sumisión sería simplemente una estrategia que se liberaría a través del discurso oculto, del discurso popular o, mejor dicho, de los discursos populares que se desarrollan, a veces de forma abierta, otras de manera oculta, frente a la imposición de los poderosos.

No se trata de resistencias contraideológicas organizadas, sino más bien de una política cotidiana que es lo que denomina, al estilo de Foucault, “el arte de la resistencia” o”Infrapolitica” que sirve para “negociar discretamente las relaciones de poder” (Scott, 2003: 225). Así, esta “Infrapolitica” es la forma elemental y cotidiana de política, que está enfrentada a los roles establecidas no sólo en lo popular, sino también por las clases dominantes, como el ejemplo que pone en la descripción que hace George Orwell cuando era gobernador de una provincia sudafricana y tiene que matar a un elefante que había asesinado a varios indígenas y se siente obligado a hacer su papel de proveedor de justicia ante la mirada concentrada de sus súbditos que esperan que cumpla su rol a pesar de su desgana.

“Y de pronto me di cuenta de que, a pesar de todo, yo tenía que matar al elefante. Eso era lo que la gente esperaba de mi y lo que yo tenía que hacer. Yo sentía sus dos mil voluntades presionándome..” (citado en Scott, 2003: 35)

Como dice el propio Scott, “Lejos de ser válvulas de escape que ocupan el lugar de la resistencia real, las prácticas discursivas fuera de escena mantienen esa resistencia, de la misma manera en que la presión informal de los compañeros de trabajo de una fábrica disuade a cualquier obrero en particular de exceder las normas de trabajo y de romper las cuotas establecidas entre todos” (Scott, 2003: 226).

La conceptualización de resistencia cotidiana de Scott se refiere solamente a la concreción de ésta en la vida política, en la rutina de cada individuo dentro de una cultura determinada. Estas formas de resistencia cotidianas acompañan al trabajo político, pero no lo reemplazan… Para saltar a la escala política necesitan una mediación institucional o al menos organizativa para que puedan enfrentarse eficazmente al poder dominante.

En este sentido, las formas estratégicas de los discursos, de los signos, de los explotados adoptan diversas formas, como vimos al hablar del análisis que hace Bajtin del carnaval en la Edad Media y en el Renacimiento a través de la obra de Rabelais.

“La no declarada guerra de guerrillas ideológica que tiene lugar en ese espacio político exige que nos introduzcamos en el mundo del rumor, el chisme, los disfraces, los juegos de palabras, las metáforas, los eufemismos, los cuentos populares, los gestos rituales, la anonimia” (Scott, 199).

Porque como hemos visto y veremos ahora, las luchas ideológicas y políticas son luchas semánticas por la imposición de significados autorizados, expresión de la facultad de nombrar, pero también de lo arbitrario e histórico de cualquier verdad y las exclusiones que genera. Pero, no son luchas linguísticas ceñidas al lenguaje mismo, sino que en todo caso surgen del contexto histórico, de las condiciones materiales de existencia, y de las relaciones de poder social vigentes (y siempre cambiantes) en una sociedad determinada.

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