martes, 17 de marzo de 2009

3.5.6-Los discursos heréticos

La violencia simbólica, como hemos visto, se impone a través de la lucha por la imposición de los discursos válidos, de la visión legítima de las cosas. Desde un punto de vista antropologico, Pierre Bourdie parte de la ancestral conecpción del lenguaje como forma de dar vida, de creación del mundo. Nombrar, así, es crear. En una sociedad determinada, por lo tanto, el que tiene la autoridad para nombrar, la autoridad de hacer discursos creibles y respetados, es el que controla la visión de la realidad.

Es lo que Bourdieu llama “los rituales de la magia social” (Que significa hablar, pag. 71), que, en relación con la concepción de los discursos de Foucault, son producto de la lucha del poder-saber, puesto que todo conflicto politico-social viene aparejado siempre de la pugna por el control de la visión legítima de los dominados frente a los dominados o viceversa.

En este sentido, para Borudieu,

“…la palabra o, a formatiori, el refrán, el proverbio y todas las formas de expresión estereotipadas o rituales son programas de percepción y diferentes estrategias, más o menos ritualizadas, de la lucha simbólica diaria, de la misma manera que los grandes rituales colectivos de nominación o, más claramente aún, los enfrentamientos de visiones y previsiones de la lucha propiamente politica, contienen una cierta pretensión de la autoridad simbólica en tanto que poder socialmente reconocido a imponer una cierta visión del mundo social, es decir, a imponer divisiones del mundo social” (QUE ES HABLAR, PAG.66)

El lenguaje entendido en su acepción global, es decir como conjunto de signos de entendimiento entre miembros de una determinada sociedad, es el terreno en el que se lucha por la designación de la realidad. No se trata de que el lenguaje tenga poder en sí mismo, sino que el uso del lenguaje legítimo supone una delegación de autoridad, una facultad de poder designar, decir, y que sea aceptada por los individuos a los que va dirigida.

La realidad está permanentemente en construcción. El devenir es una corriente constante e imparable ante la que el ser sin razón de ser se empeña en parcelar para darse sentido. Nombrar es crear fronteras artificiales, identidades simbólicas que están, por lo tanto, sujetas permanentemente al cambio. La lucha por el poder va unida, es sinónimo, de la lucha por la institución de determinadas verdades y, por tanto, de lo que es o no correcto.

Asi que el mantenimiento de un orden social determinado, histórico, depende de la imposición de esquemas de clasificación a través de su naturalización, es decir, de la invisibilización a través de los discursos de su origen histórico, contingente. En este sentido, para Bourdieu, la politica es posible a través de la denuncia de esa visión arbitraria de las cosas. Es lo denomina subversión herética.

Los mitos, los símbolos, las palabras son portadoras, pues, de la autoridad del emisor, pero también dejan abierta la posibilidad de cuestionar la visión común que transmiten, no por sí mismas, sino por quien las dicta. A través de los discursos heréticos se puede contribuir a romper la adhesión al sentido común aceptado y transmitido desde la autoridad de los dominantes, y también a crear nuevos sentidos. Se trata de “nombrar lo innombrable” (pag.98), de romper las fronteras invisibles que impone la versión oficial.

Al igual que el poder y la resistencia para Foucault son dos caras de la misma moneda, constante pugna micropoitica y cotidiana, reproductiva y productiva a la vez, asi los discursos heréticos tienen que contar con la resistencia de la versión oficial de los dominados, que se agrupan en el consenso, en la protección de la versión legitima de las cosas que ellos han impuesto y les interesa mantener. No es un movimiento rígido de acción-reacción, sino un entramado inabarcable en el que entran en tension fuerzas diversas que actuan y contractuan de mantera interesada en cada momento, pero que tienen como fondo de referencia los símbolos que enmarcan su verdad determinada y eminentemente politica.

La lucha por la verdad y por el poder es, por lo tanto, una lucha por la aceptación de los signos. Y la resistencia a esa verdad arbitraria que impone la permanente guerra por el poder hace necesario el desvelamiento del origen de esa violencia simbolica que impone la aceptación de unos discursos y no de otros, y la creación de nuevos sentidos a traves de un lenguaje subversivo, de símbolos heréticos, de discursos antes innombrables.

“La subversión herética explota la posibilidad de cambiar el mundo social cambiando la representación de ese mundo que contribuye a su realidad o, mas concretamente, oponiendo una pre-vision paradójica, utopia, proyecto o programa a la visión ordinaria, que aprehende el mundo social como un mundo natural: enunciado performativo, la pre-visión politica es, en sí misma, una pre-dicción, que pretende el acatamiento de lo que enuncia” (pag.97).

La provocación herética es estudiada de forma brillante por Mijail Bajtin a traves de su descripción y analisis del mundo del carnaval medieval y renacentista. En su analisis se aprecia como el poder de los signos transgresores, de la subversión que cuestiona la visión oficial impuesta por el orden social dominante, tiene una función política. Reservada a los lugares espacio-temporales de la fiesta, en ellos se ejercitan discursos heréticos que atacan la verdad impuesta que se parodia, se desnuda, se desvela… A traves de la crítica, de lo burdo, de lo inaceptado se da la vuelta al mundo oficial, y se derrumba la verdad autorizada para crear nuevos sentidos.

Esta lucha simbólica es aplicada, entre otras muchos objetivos de análisis, por Bourdieu, en su Cortafuegos. Reflexiones para servir al a resistencia contra la invasión neoliberal, donde analiza la perdida del papel de los Estados-Nación frente a las fuerzas de decisión supranacionales, que hace que se privilegie lo económico frente a lo social, en base a lo que el llama “el mito de la mundialización” (pag. 43).

Este mito oculta las relaciones de poder que estructuran la sociedad actual, en la que la desideologización y desmovilización general, la flexibilización y la precarización en el mundo del trabajo. Las imágenes simbólicas que crean la ilusión ahístorica del capitalismo provocan la naturalización de este como si no hubiera ya un conflicto de fuerzas que le mantienen su hegemonía, como si se hubiera hecho realidad la profecía del fin de la historia de Fukuyama.

El poder crítico de los intelectuales para desenmascarar esa pretensión de inmovilidad suprahistórica es un arma esencial para que los ciudadanos retomen su capacidad de acción, para que la desmovilización general provocada por la flexibilización y precarización laboral, por el papel gestor de los políticos, pueda desnudar las apariencias de inevitabiliad del sistema económico.

“Se ha impuesto como obvio todo un conjunto de presupuestos: se admite que el crecimiento máximo –y por lo tanto, la productividad y la competitividad- es el fin último y único de las acciones humanas; o que es imposible resistir a las fuerzas económicas.” (p. 45)

Contra esto, Bourdieu propone, combatir las teorías y los símbolos del neoliberalismo, mediante la capacidad crítica y la construcción de un universo simbólico alternativo. Los movimientos sociales tienen que aceptar que llevan “varias revoluciones simbólicas de retraso” (pag.75) y ponerse manos a la obra.. El papel de la lucha simbólica, en el plano de los signos, es esencial para derrumbar los mitos y las metáforas autorizadas que sustentan el modo de producción capitalista y proponer nuevos sentidos

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